sábado, 1 de noviembre de 2014

PRÓLOGO POEMAS JOSÉ MIGUEL PÉREZ

PRÓLOGO

         Escribir con el alma en estos tiempos revueltos, como aquellos de la Guerra Civil Española, no es tarea fácil ni frecuente.  Más bien se escribe como asignación o estudio pero casi siempre en función de un propósito práctico, mercantil, con un lejano tintineo crematístico o dejo de exposición publicitaria. Otros, bastantes, escriben por pura megalomanía para exhibir su caletre privilegiado, aunque no necesariamente apasionado.  Escribir con el alma no es redactar mensajes en pizarrón de especiales comerciales o como lo hace el que ha caído como pez en las redes sociales cuando navega en el nuevo mar de las comunicaciones. 

         Escribir con el alma parece no tener ningún fin práctico, aunque es esencial. No es un resuelve, es remedio y no es un problema, es solución para el que necesita decir lo que la razón no puede.   En una lejana obra de cine, La Sociedad de los poetas muertos, su protagonista, un profesor, decía:  "No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...). Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería... son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos".

         En este poemario, el primero de José Miguel Pérez Villanueva, veremos a un soñador que escribe con el alma al amor, al tiempo, a la naturaleza, a la libertad.  Con consonancia un poco forzada, nos lega lo que sintió cuando el amor, el dolor o alguna vivencia sublime le impuso a la tinta de su pluma la misión de convertirse en letra inspirada. Los poetas son crisoles en los que al fuego lento de la pasión se funden los poemas. Nunca sabremos quién es el mandante que escoge y ordena al poeta, pero un requerimiento especial los compele a escribir sin pretensiones, sin contraprestación, aceptación, aplauso o reconocimiento.  El poeta escribe por una antinómica obligación voluntaria. Inspiración, musa, locura o algo indecible pasa por ellos para convertirse en poesía.  Ese misterio de la creación literaria es inefable aunque en ocasiones se explica con razones sin razón. El Caballero de la Triste Figura le revelaba a Sancho qué lo poseía en sus aventuras: “¿Y no sabéis vos, gañán, faquín, belitre, que si no fuese por el valor que ella infunde en mi brazo, que no le tendría yo para matar una pulga? Decid, socarrón de lengua viperina, ¿y quién pensáis que ha ganado este reino y cortado la cabeza a este gigante, y héchoos a vos marqués, que todo esto doy ya por hecho y por cosa pasada en cosa juzgada, si no es el valor de Dulcinea, tomando a mi brazo por instrumento de sus hazañas? Ella pelea en mí, y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida y ser.”

         Desconocemos cómo José Miguel razona o explica el porqué de sus poemas, pero alguna seña obtendremos de su lectura. Quién o qué tomó su mano como instrumento para lograr la hazaña de la poesía, no lo sabemos, pero algo peleó en él y lo venció.  De esa lucha nació este poemario.

                                                               Ramón Edwin Colón Pratts


No hay comentarios.: