miércoles, 15 de marzo de 2006


DESDE LA 111

VITUPERIOS

Sabía que en mi pueblo había miedo, pero jamás imaginé que nos arropara. Hasta el día de hoy tan solo he escrito cuatro artículos. Para aquellos que no los coleccionan, que sé son muy pocos, le leo la lista, y para acercarlos a su recuerdo, los halo un poco del pasado, haciéndole un pequeño comentario.

El primero fue Carta de presentación. En ese primer artículo nada más y nada menos, me presenté. El segundo fue el muy querido (dicen que lo enmarcó en su kasa), por aquél que utilizó molleros ajenos para lavar su execrable publicación mercenaria y que se tituló El periódico Comercio o el comercio del periódico. El tercero fue La inexistencia de mi vida o Pepín visita el siquiatra, el cual le produjo mucho honor a los que mencioné y gran desilusión a los que omití. El cuarto fue Bombillas para mi casa en el que le pedí a Justo, el obrero, que alumbrara mi panel y que por casualidad inexplicable y haciendo exposición pública de inteligencia superior de taxista con apuro, no me hizo caso.

Sabía que en mi pueblo había recelos, pero jamás imaginé que la envidia arrasara. Como consecuencia de esos cuatro artículos, he recibido de los que no quieren ser mis colegas en las letras, varios comentarios que son una verdadera monada. Tantos serios problemas que tiene nuestro querido pueblo para estimular las mentes creadoras de mis compañeros de oficio literario y cuatro trapos de articulitos le roban la inspiración y se escocotan en búsqueda de lo que, aparentemente para ellos, es el pistolero más rápido del oeste. No soy arrogante, pero si algo de eso ven en este escrito, es el producto de lo que mis amigos críticos han logrado. Me da mucha pena que los literatos de periódicos regionales, locales, municipales, insulares y subliminales, se hayan dado a la tarea insana, profana y malsana, de caerme encima. Lleno de cándidas y tiernas ilusiones creí que mis aportaciones escritas iban a lograr otro tipo de reacción en el diálogo pepiniano. Pero no, mis congéneres me dieron una tunda, sin esperar tan siquiera a que me presentara bien, a que sacara la cabeza. De todos modos, me ha producido algún tipo de satisfacción que mi presencia haya servido de algo, aunque ese algo no sea siempre de mi agrado. Por lo menos desperté al discípulo (en todo) de Hernán; logré desempolvar viejas aficiones a escribir décimas; algunos hicieron cartas de felicitación con inspirados versos; otros han hecho cadenas (no hago cadenas, trato de romperlas y liberarme de ellas); otros me han dedicado una u otra espina de maguey; algunos han hecho caricaturas; muchos se convirtieron en detectives para descubrir algo tan conspicuo como ellos mismos; le he dado razón de ser y tema a una nueva publicación de nuestro pueblo que ven a a buscárselas como alicate municipal, he logrado que se produzcan rarísimas alianzas y para los que piensan, me he convertido en tema obligado de conversación en plazas, terrazas, negocios, barberías, reuniones privadas y públicas, cívicas, leonas y rotarias, de altura y de bajura, y casi he logrado entrar, como el tango, a todos los salones: los de arriba y los de abajo. Pero de todos modos, esas mentes alertas, brillantes, creativas y fascinantes de nuestro querido pueblo, me han dado de arroz y de masa o como decíamos hace muchos años, como a pillo de película o hasta adentro del pelo. La verdad es que tal animosidad me ha consternado y tanto antipiropo me ruboriza, me escandaliza y me desmoraliza. Jamás imaginé que mis humildes escritos provocaran tanta reacción desenmascarando por carambola a tanto reaccionario, estrafalario y sanguinario.

Sabía que en mi pueblo había intolerancia, pero jamás linchamientos. Honores que duelen no dejan de ser honores. Tengo el honor de ser el pintor que menos ha escrito pero que más agresiones ha recibido. A continuación le obsequio una lista no exhaustiva de los vilipendios, vituperios y maledicencias que me han obsequiado (no incluiré los nombres de los autores del maltrato ya que no quisiera que sus hijos y nietos vieran los nombres de sus padres y abuelos relacionados con tanto odio y bajas pasiones y porque aparentemente parte del maltrato es para coger pon conmigo y recibir el reconocimiento que nunca han tenido): 1) Cobarde, 2) que ando desnudo, 3) que soy un gesto fuenteovejunesco muy fuera de época, 4) vergüenza, 5) deshonor, 6) que no soy un señor, 7) ladronzuelo, 8) que no tengo integridad, 9) hombre sin inspiración, 10) con cerebro quemado, 11) que perdí el honor, 12) que entregué mi inspiración, 13) que perdí mi hermosura (siempre me lo imaginé, el tipo se fija en los hombres), 14) que dejé de ser caballero, 15) infiel justiciero, 16) sembrador en la arena, 17) gato, 18) que me falta valor, 19) que vivo de falsos honores, 20) pusilánime, 21) que me sustento de prebendas mezquinas, 22) que estoy al nivel del reptil, 23) cizañero, 24) batracio, 25) que me regodeo de mi propia excrecencia, 26) intrascendente, 27) nimio intelectual, 28) viralata intelectual, 29) exiguo en mi profundidad intelectual, 30) que en mala hora nací, 31) ejemplo de la malicia, 32) ejemplo de la intriga, 33) ejemplo de la confusión de espíritu, 34) ente con profunda crisis en su estructura síquica, 35) chismoso pueblerino, 36) hombre de personalismos triviales, 37) sietemesino, 38) enano intelectual, 39) baldado espiritual, 40) que tengo condones mentales (así como lo leyó y por Dios, no se lo trate de imaginar), 41) chupachágaras, 42) embeleco, 43) tapaíto, 44) que pido cacao, 45) Llanero Solitario, 46) que pido vacaciones sin habérmelas ganado, 47) bochorno, 48) oveja negra, 49) chupacabras, 50) jodido Pepín, 51) Pepín de los pazlotes, etc.

Creía que en mi pueblo había enconos, pero jamás pensé que existieran odios. Si no cree la lista que leyó, se la vuelvo a escribir. Cincuenta y un ( )casualidad numérica?) insultos escritos hasta hoy. Si dividiéramos los 51 insultos entre los cuatro artículos, a cada uno le corresponden 12.75. Cada artículo tiene dos páginas. Si dividimos los 12.75 insultos por artículo, entre las dos páginas, a cada página le corresponden unos 6.375. Por no ser publicables, omito los agravios hablados que me dicen estos amigos cuando pasan frente a mi panel por la carretera 111 y me miran con el rabo del ojo haciéndose los que no me ven, pero maldiciendo mi existencia, como si temieran con mi humilde presencia de peón, que su territorio ha sido invadido.

Sabía que en mi pueblo había sueños, pero jamás pesadillas. Lamentablemente todos tenemos un repertorio de insultos que cargamos en lo más oculto de nuestro equipaje. Por más santito que usted se haga, siempre sabrá sacar las uñas de su lengua y herir a cualquiera cuando se sienta acorralado, amenazado, agredido o ultrajado. Solo en esas circunstancias se justifica el agravio, tan solo como defensa y luego que se haya agotado toda posibilidad de entendimiento civilizado. Realmente no entiendo. No entiendo que alguien se sienta acorralado con los cuatro artículos que he escrito y que como consecuencia de ellos, están dispuesto a vaciarme encima su arsenal de oprobios. (Han sido 51 insultos escritos! En cualquier liga, eso es un montón. A estos amigos pepinianos a los que tanto quiero, algo le está pasando. )Para quién trabajan? Quiero creer que trabajan para nuestro pueblo y que son honestos peones de la palabra.

Hay trabajos y hay trabajos. Por lo menos puedo afirmar (y ahí están los escritos que lo comprueban) que nunca le he faltado a ninguno de los que de mí escriben. Decir la verdad sin intenciones dañinas, no es faltar a la honra u ofender. Lo otro ser a pensar que mi sola presencia es una amenaza. Un simple nombre no puede ser mecha que encienda la pólvora que explosiona todos los complejos que llevamos en el alma.

Sabía que en mi pueblo había de todo, pero no tanto de aquello. Ante la nadería que a veces nos asfixia, tuve el deseo de ponerme a garabatear desde mi panel y probar un poco en las letras. Con la poca capacidad que para ustedes, señores académicos, pueda tener un pintor de gruesos trazos, con poca formación intelectual, pero con alguna sensibilidad, me hice de la idea de que tal vez podía motivar a otros a decir, hacer, construir, crecer, contribuir, ayudar, aportar. Realmente no quería motivar a esos titanes del intelecto que aportan diariamente sus exquisitas capacidades al pueblo, sino a los otros, a los que como yo llevamos tantos años callados, acortándonos diariamente la existencia con cada cosa que vemos y engullimos. Aparentemente algunos me entendieron mal, muy mal. Da mucha pena que el artículo que tenía para comenzar el año lo haya tenido que aplazar para una próxima publicación porque los vituperios me interrumpieron el paso. Pensaba escribir otra cosa, pero me entretuve en el camino. Tan solo me entretuve, pero lo no andado se pierde y todo por culpa de los que se han descrito a sí mismos CINCUENTA Y UNA veces. Me imagino que tendrán mucha rabia al saber que no me han tocado. Al fin y al cabo, de todo lo que se ha dicho y escrito de mi, lo que realmente me molesta es que los habladores y escritores digan que soy un seudónimo. Ninguno de los que ha escrito en mi contra es tan conocido en el pueblo como yo. Tal vez no tenga renombre, pero tengo alma. Como dije en ocasión de visitar mi siquiatra de cabecera, soy hojarasca que busca pegarse al suelo con briznas de amor para abonar mi tierra. Soy de ese montón común que forma el todo sin que tenga urgencia de sobresalir como chichón destacando mi igualdad. De todos modos y para los que no me conocieron, en mi carta de presentación dije mucho más de mí que todo lo que ustedes han dejado saber de sus vidas. Aunque no tenía necesidad de decirlo, ya que ustedes me ven diariamente en mi panel y me conocen desde mucho antes de mudarme a la 111, creí necesario decir algunas cosas ya que, a diferencia de ustedes, nunca había escrito y entendí necesario dar algunas pinceladas de este humilde servidor. Todos saben más de mí que de ustedes. Ustedes son nombre y yo soy presencia. Ustedes son una cosa y yo soy pueblo. Nadie los conoce, tan solo conocen ese poquito que han procurado enseñar porque temen de la gente para la que escriben. Seudónimos son ustedes, sinónimos son sus nombres, anónimos sus escritos. Tengo nombre e identidad y lo primero que hice fue dar mis credenciales para que no hubiera dudas de mi existencia ni de mi forma. Ustedes nunca se han presentado realmente y lo que le enseñan al pueblo son sombras de identidad. Son un triste carapacho de otra realidad. Otra realidad, que por lo que han demostrado hasta ahora, es muy fea.

Sabía que en mi pueblo había rabia pero jamás pensé que faltara amor. ¡Tiempo, cuánto te he faltado ocupándome de estas nimiedades, perdona mis ofensas y que haciendo milagros, pueda recuperar este pedacito tuyo que hoy he perdido!

1 comentario:

Anónimo dijo...

No entendí el cuento. Me pareció muy largo.