viernes, 31 de marzo de 2006

DESDE LA 111
BOMBILLAS PARA MI CASA 
Por: Pepín de la Vega 

Mucha gente las critica, pero la verdad es que a mí me gustan. Es posible que después de lo que realmente significa la época, esa luz artificial sea lo más hermoso de la Navidad. No importa el color ni el tamaño, las lucesitas me gustan. Que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido hacer un estudio, de esos exhaustivos que acostumbramos a hacer para todo, para determinar el origen de las bombillas en guirnaldas, adornos y todo tipo de guindalejos. Pienso, sin pensar que me estoy imaginando lo más grande del mundo, que las bombillitas son una representación simbólica de la estrella de Belén, aquella estrella olvidada que si yo fuera ella con toda su luz, brillo y color, estaría todavía echándomela por haber alumbrado aquél maravilloso milagro. Lo repito porque no me voy a cansar de decirlo: las bombillitas me gustan.No me venga con el cuento nacionalista, chovinista y etnocentrista, de que las bombillas son un invento norteamericano que no forma parte de nuestra cultura. Por culpa de ese mismo cuento, en la casa de mis padres nunca hubo un árbol Navidad, relamiéndome con los de los vecinos. ¡Qué mucho me gustaban! ¡Cuidado que el olor a King Pine me seducía mis sueños navideños de niño! No, pero en mi casa, a pesar de mis locos y desesperados deseos infantiles que no entendía pero que me mataban, nunca pedí un arbolito porque sabía que el pedido no era posible, tan imposible como pedirle revólveres de fulminantes a los Reyes. No sé en qué época de mi vida aprendí a no pedir algunas cosas. Algunas veces, pienso que nací con esas prohibiciones, pues la verdad es que no recuerdo cuándo me las impusieron. Uno de los momentos más tristes de mi vida, fue cuando ya grandecito descubrí en un programa del canal seis, que los arbolitos no eran ninguna invención norteamericana. ¡Tanta privación y no existía pecado! Me dolió mucho haberme privado de su encanto, pero perdoné a mis padres, aunque me he preguntado en más de una ocasión si actué bien al perdonarlos. Así que independientemente de que Víctor Fajardo el corrupto, el que prohibió las fiestas de Halloween en las escuelas, entienda que las bombillas son paganas, malsanas o cristianas, lo cierto es que a me siguen encantando.Las bombillas son alegría. Si son de colores, son dos veces alegrìa. Si están bien ordenaditas, son tres veces alegría. Si prenden y apagan rítmicamente, son demasiado alegría y si nos pertenecen, la felicidad es completa. Las bombillas son como quinqués en la noche que pulsean con las tinieblas y hacen la vida más clara. Son tintineos, malabarismos de colores y luces en funambulismo constante que parecen tener vida y nos hablan coqueteando con nuestra imaginación e invitándonos a esperar a que se enciendan por aquí o por allá, de un color o de otro, de mayor o menor intensidad. Si no juegan a prender y a apagar, son igualmente hermosas. Son como una representación casera de un trozo de cielo borincano en plena Navidad. En este país donde cada día hay más oscuridad, frío y tristeza, hace falta una dosis de ellas para inundar con un poco de luz y alegría esta pobre tierra nuestra, que a fuerza de tiros se nos apaga poco a poco.Desde hace años, y llegada la época navideña, espero ansioso que la imitación de carrillón desafinado y fuera de revolución que tiene la iglesia católica, suene las seis campanadas de la tarde anunciando la noche y me voy de excursión por urbanizaciones, caseríos, barriadas, barrios cercanos y lejanos, por trillos y veredas, valles, montañas, caminos, calles, carreteras, ciudad, altura y bajura, para ver el milagro de la luz y el color en mi pueblo. Últimamente, y para mi alegría, he notado que las lucesitas aumentan vertiginosamente.Tarde en la noche, regreso emocionado a mi panel con ellas en mi recuerdo, a pensar en su significado, en los niños del pueblo reflejando en sus caritas la alegría de los colores y la luz, y muchas veces me duermo añorando el día en que la luz no sea artificial y todos alumbremos con nuestra presencia como alumbran los niños con la suya. En más de una ocasión he tenido serias y fuertes disputas con varios amigos sobre el tema. Muchos adoptan poses de economistas preocupados por el ingreso nacional bruto y tomando mi pasión como blanco, disparan a mansalva contra las bombillas navideñas. En este país donde se despilfarra tanto dinero que no se tiene y que todo el mundo tiene un loco deseo de botar cosas (eso de estar botando cosas siempre me ha parecido una forma de demostrar que se tiene mucho), que nadie me venga con el cuento de que hay que economizar en bombillitas de Navidad. Si yo si fuera el zángano que dirige la Autoridad de Energía Eléctrica, no cobraría el aumento en consumo por la utilización de bombillas y si me cucan mucho, tampoco cobraría el consumo de diciembre y la mitad de enero. Una agencia que se dió el lujo de pagar 48 millones de dólares porque le cambiaran el nombre de Fuentes Fluviales a Energía Eléctrica y compró una planta nuclear obsoleta pagando 240 mil dólares mensuales por su almacenamiento y que luego de muchos años de almacenada decidió no utilizarla porque estaba vieja y que diariamente nos roba con el desajuste de los metros de los contadores y por cargos ilegales de todo tipo, puede hacerlo que le digo y devolvernos un poco de lo que se ha robado, y seguir feliz y contenta planificando otros robos, traqueteos e inmundicias.Así que antes de que el club de genios que tenemos en la legislatura de Puerta de Tierra, regule los anuncios de las agencias gubernamentales, sugiero desde este panel, que la Autoridad de Energía Eléctrica haga una gran campaña nacional invitando a toda la ciudadanía a encender luces y a instalar, decorar y exhibir todas las bombillas que se puedan acumular. Tal vez así veamos a nuestro pequeño mundo más claro, lindo y alegre.No crean que le he hecho este cuento así porque sí. Desde hace unos años, me mudé a este terreno baldío en la entrada de Raholisa. Aquì he pasado las últimas Navidades, Año Nuevo y Reyes. Aquí he estado, encaramado en mi panel, con el mismo semblante y sin cansancio ni molestia, siempre saludando. Ustedes son testigos. Desde aquí he visto pasar tremendas trullas y he sentido la alegría de los vecinos, viandantes y visitantes. Por las rendijas de mis paneles, además de la brisa de la época, se ha colado la alegría navideña de la comunidad, y aunque siempre permanezco de espaldas a la urbanización, no crea, algo me afecta. Desde aquí he escuchado las alegres parrandas en españolque le han traído a mi vecino, señor Ramón Nieves y, entre ladrido y ladrido de su perro cautivo con cadena larga, he cogido el ritmo de un aguinaldo al son de una invitación para que los parranderos entren y se den el palo. Aunque ese hombre quiere ser hijo de otra madre, disfruta de nuestras tradiciones como nadie. Desde aquí he visto al pueblo viajar hasta el camposanto nuevo municipal a cumplir con un saludo navideño a los que navidades ya no tienen. He visto muchas cosas en navidad, pero no crean que hago este cuento así porque sí.He visto muchas cosas pero nadie me ha visto a mí. Sí, así como lo escucha, nadie me ha visto. Y es que amigos, no tengo luces navideñas. No hay una bombillita, ni guir-nalda, ni guindalejo. La loca decoradora municipal me ha dejado sólo siendo yo la máxima representación de este pueblo. En algunas ocasiones, uno u otro cucubano juguetón que pierde su manada, viene a alumbrar tenuemente mis noches navideñas como si quisiera consolar con su gracia, esta oscuridad que en este tiempo me castiga. Aquí me treparon, me encaramaron y me soltaron. Los que me mudaron, ni en época navideña, se acuerdan de mí. Por más que he tratado no he conseguido auspicio ni ayuda para, por lo menos en época navideña, tener mi bombillita. La comunidad no se opone. He hablado con el señor Nieves y los demàs vecinos y todos me han dicho que pueden prender mis bombillitas.De Peón a Obrero, aquí va el fajaso, señor alcalde. Usted sabe que no soy de los de usted. Es más, usted sabe que desde hace tiempo no soy de nadie y que lo único que pretendo es hablar como papagayo a ver si convenzo a alguien de nada. Usted no es como yo. Usted es de los que cree que la vida se compone de asfalto, hormigón, varillas, plásticos, aluminio, paredes, puentes, maderas, comer, dormir y sexear. Mírese y compruébelo. A pesar de eso, no discrimine contra este Peón del Pueblo. Aunque su oficio (el legal, el de alcalde) se parece mucho al mío, usted que no sabe lo que es la luz, tiene bombillas de más y yo no tengo ninguna. Basta que en las noches de Navidad se asome al balcón de la alcaldía para darse un banquete de bombillas taurinas bien puestas. Justo, no es alcalde, digo, alcalde, no es justo. Lo único que quiero es un par de bombillitas. Estoy seguro de que cualquier vecino está en la disposición de darnos un chorrito de energía eléctrica o quizá la Autoridad se ponga pálida por primera vez en su vida y decida dar algo de lo mucho que roba. Si no, ordénele a la Autoridad a través de su simpático director de finanzas (el que trabajaba en el Western, el banco que ahora por casualidad tiene la cuenta del municipio y la de las empresas Progreso) que coloque luz en mi terreno, tal y como hacen los alcaldes con la gente a la que quieren favorecer.(Me enteré que a los que no quieren favorecer sino fastidiar, le hacen lo mismo pero al revés, le mandan a quitar la luz. Eso lo escuché en un programa radial donde decían que por órdenes de uno de sus alcahuetes, le quitaron el alumbrado público que Radio Raíces tenía hacía 30 años)Si usted tiene los pantalones en su sitio, como siempre dice en todo discurso (aparentemente por dudas de que realmente los tiene) me alegra mi casa con toda una guirnalda en colores de esas que prenden y apagan rítmicamente, aunque sea de las que le sobraron de las Fiestas Patronales. Estoy dispuesto a aceptar hasta par de hachos. Me conoce y sabe que no le prometo nada. Anímese, no le haga caso a los sabios consejos de su guía moral Fulano de Tal y Mascual (esa insistencia del "y" me da la impresión de que el tipo quiere asegurarse de que todos sepan que tiene madre) aunque sea en Navidad y póngale lucesitas a este símbolo pepiniano que usted, al no bajarme al inaugurar su incumbencia, aceptó por adopción, tradición, accidente y tolerancia. Si complació a los populares, que tampoco son de los de usted y le colocó un retratote en colores de Muñoz en la entrada del pueblo, y a los independentistas le hizo un paseo 24 de septiembre para que tengan un lugar donde hacer sus actividades de concentraciones nacionales, que es mucho más de lo que le pìdo, puede concederle al Peón del Pueblo este reclamo. Al fin y al cabo, usted se debe a lo que represento y de mí obtiene su salario. Tiene la palabra. Le prometo que continuaré con la mía y FELIZ NAVIDAD, AÑO NUEVO Y REYES.


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