LOS OTROS
Por: Ramón Edwin Colón Pratts
Decía Pito Pérez, hijo de la fecunda imaginación de José Rubén Romero (es una pena que hayan muerto), en su Vida Inútil: “Pobrecito del Diablo, qué lástima le tengo, porque no ha oído jamás una palabra de compasión o de cariño”. Como alguien tiene que defenderlos porque los pobres huérfanos se han convertido en depósito de todo excremento realengo, yo, desde esta, también vida inútil, digo casi lo mismo: “Pobrecitos legisladores, qué lástima les tengo, porque no han oído jamás una palabra de compasión o de cariño”. Esas almas en pena, son los sacos de la práctica de golpes de la boxeadora y sabia lengua del pueblo, única arma que no tiene desgaste. Escogidos para expiar nuestras miserias, despiadadamente los apaleamos como se nos antoja, no dejándole pasar ni una. Hiperbolizamos e hinchamos sus ineficiencias, imbecilidades y disparates recurrentes. Cuando no tenemos tema, los mencionamos con pasión como si fueran juego de pelota, y cuando hay que renegar, los execramos. Son símbolos de la corrupción y para muchos, son la corrupción misma, y “misma” está bien usada.
Mientras nos saneamos y purificamos con el atropello despiadado que les infligimos, los tratamos como a pecadoras Magdalenas tirándole piedras, piedritas y peñones. No es justo. No es justo porque si el Señor regresara, si es que ya vino, podría preguntarnos para dónde vamos a lanzar el peñón si de “apeñolarnos” estamos.
Corruptos, ¿quién dice corruptos? ¿Cómo se le llama al abogado parejero que cree que se las sabe todas, que humilla, trampea, cobra robando, justifica lo injustificable y desvirtúa hasta a su progenitora por prevalecer en una borrachera loca de narcisismo, protagonismo y soberbia porque “para eso estudié”? ¡Para eso no estudiaste, inútil, estudiaste lo que estudiaste porque no servías para nada más! ¿Y el médico que receta, ordena laboratorios, estudios y placas sin necesidad, que sobrefactura o se inventa las facturas, que cree estar a medio centímetro de Dios y que a diario mercadea con el dolor y la necesidad como si fueran pirulís? ¿Cómo se le dice al ingeniero o arquitecto, que, a pesar de su obsesión por diferenciarse, cada vez se parecen más, cuando diseñan sin observación de códigos, ni revisan cargas, pesos, movimientos, materiales, pero cobran por ello? ¿Y el arquitecto que se copia pero cree ser la mezcolanza que sale de una licuadora de talentos? ¿Qué del farmacéutico vendedor del brebaje más caro habiendo pócimas baratas aún viendo la miseria, o niega una necesaria pastilla para un niño porque falta una peseta? ¿Y los maestros? ¿Recuerda al que pide que le falsifiquen la firma para llegar más tarde o faltar y cobrar, o lo que es peor, nunca enseña pero cobra por ello? ¿Conocieron al de educación física que nunca dio un tajo y orondo se jubila con pensión satisfecho del tumbe que dio por treinta y tantos años? ¿Cómo designamos al obrero que “se va para el Fondo” sin que le duela una pestaña para ver pasar los vecinos y cobrar sin trabajar mientras en pantalones cortos aprieta el remoto? ¿Y al que engaña a su mujer o a la que engaña a su hombre faltándole a sus hijos, a sus ascendientes, a la decencia mínima de agradecer el sacrificio del otro? ¿Y el que utilizó a su compañera como enfermera y cuando sus heridas mejoraron cogió la juyilanga? ¿Es igual al que la puso a trabajar para estudiar y con la graduación la abandonó? ¿Cómo le decimos al borrachón coprolalio que le quita la paz a la familia conduciendo ebrio, roncando a pata suelta, incumpliendo, por su impotencia auto infligida, con sus obligaciones maritales y de ñapa, merma los recursos hogareños con sus harteras de alcohol? ¿Y el que no trabaja o hace trampa en las planillas? ¿Cómo se le dice a los bancos y a las compañías de seguros, ladrones por excelencia? ¿Y los demás políticos? Aunque no me gusta la expresión, porque casi siempre quiere decir que estamos en Babia: etc. etc. etc.
Corrupto es el que se deja sobornar por el tintineo pesetero, que se pervierte o vicia, que se daña, que es perverso, torcido. ¿Quién dice que los únicos con tan rastrera distinción, son los legisladores que de tanto apedreamiento me producen esta inmensa pena e irremediable ganas de llorar? Dan ganas de saltar desde el Martín Peña y ahogarse en el caño en búsqueda del negrito, pero por no darle gusto al tecato de la Betsy, no lo hago. ¿Qué es eso de que son los de padres de la corrupción y que dan malos ejemplos? Desde hace mucho tiempo no son ejemplos de nada, excepto de su megalomanía e insignificancia. En última instancia, son los muchachos de “manda’o” del pueblo que ahora cobran en exceso porque así se le paga al que se presta para el ridículo hazmerreir, para la payasería.
¿Qué queda de ellos cuando termina su acomodamiento? Nada, no queda nada, nadita de nada. Son la nada por la que Julia brindaba cuando decía “por la nada, bien nada de tu alma, que corre su mentira en un potro sin freno; como todo lo nada, bien nada, ni siquiera se asoma de repente en un breve destello”. Dejémoslos en paz y revisemos ese inmenso catálogo de corrupción que nos incluye y que parece que a cada paso, se nos olvida. Fijémonos en los otros, bien otros que somos todos.
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